(RM 6-8-2013)
Vealgrano (“La Argentina que vi, viví y oí”)
Biznieto de Patricio PERALTA RAMOS fundador y dueño de la ciudad balneario Mar del Plata, era uno de los siete hijos del arquitecto más famoso de la época, que hizo el Hotel Sheraton….. . Considerado el más rico de Argentina, de la alta aristocracia criolla altanera y distante.
Su hijo Federico Manuel PERALTA, que así se hacía llamar para que no le identificaran con PERALTA-RAMOS, gordo aristocrático de ojos azules, deambulador de Recoleta, asiduo de la Biela, Florida Garden y la Rambla., fue la excepción de la familia. Un loco genial. Querido por sus muchos amigos.¡ Un Filósofo ! Inventor del arte de la dieta “adelgaz-art” (para sus tránsitos de la gula a la bulimia) , y de su “religión gánica” (hacer lo que uno tuviera ganas). Poeta, como pudiera ser un Baudelaire, Verlaine o ese otro famoso que vivió en Brasil…..
- ¿ Era pintor ?
- ¡ NO ! , el decía que estaba en contra de cualquier expresión estética. ¡ Era un loco, un genio ! Creador de aforismos espontáneos y de pinturas que “caminaban” (chorreaban). Quizás el primer artista conceptual en la Argentina.
Cenábamos todos los días junto al puerto. En aquella época me gustaba divertirme. Todas las tardes venía a la academia donde daba clases de pintura. A mí no me importaba, pero le decía que no espantara a las señoras alumnas mías porque era la forma que tenía de ganarme la vida.No es que se metiera con ellas, pero por ejemplo, se acercaba a una y se ponía a cantar a voz en grito junto a su oído.
Era arquitecto sin recibirse y trabajó en el estudio de arquitectura junto a su padre hasta que lo dejó. Su progenitor no podía soportarlo, un día le dijo “Te doy 300 US$ por mes y te pago el psiquíatra y no quiero volver a verte por aquí”. Él acudía puntualmente a las sesiones.
Le pregunté por qué acudía, hasta que un día descubrí el por qué. Llegaba, saludaba al “loquero”, se aproximaba al diván, se bajaba las bombachas (él siempre vestía bombachas de campesino atadas a la parte inferior del tobillo y calzando alpargatas), desvestido, se tumbaba y echaba plácidamente la siesta en los 50 minutos de sesión.
Otra temporada su padre lo llegó incluso a internar en un centro psiquiátrico, por “psicodiferente”, donde organizó el festival del mate cocido con todos los demás pacientes..
Hizo para el DI TELLA, con el que ganó el Premio Nacional Instituto Di Tella 1965, la obra “Nosotros fuera”, un gran huevo ovoide de 260 x 450 cm de yeso y madera, que por ser tan grande y no poderlo pasar por las puertas, lo realizó dentro de la misma sala de exposiciones junto a un grupo de albañiles que tenía a su cargo. Durante la ceremonia de premiación comenzó a romperse lentamente, y finalizada la exposición, para sacarlo lo rompió (vi la foto de cuando lo rompía).
“Yo tuve el boceto que era de unos 80 cm”.
Ganó la Beca GUGENHEIN en 1968 ( 3.500 us$ de la época), y en vez de dedicarla para sus estudios, lo primero que hizo fue comprarle un cuadro a de la VEGA de 2 x 2 metros para ayudarle y con el resto organizar una gran cena en el Alvear Palace Hotel para todos sus amigos , 25 y los chantas argentinos que siempre se unen para estos eventos; finalizando la velada en la boite de moda en los ´70 Afrika, en el subsuelo del hotel. Aparte de mandarse hacer tres trajes.
“Leonardo Da Vinci pintó la Última Cena, yo la di”.
Cuando la Fundación GUGENHEIN le afeó su comportamiento pidiéndole explicaciones y exigiéndole la devolución de la beca , por carta que envió a James Mathias, de la Fundación John Simon Guggenheim, se justificó: “Una de las razones que me impulsaron a este tipo de manifestación es la convicción de que “la vida es una obra de arte”, por lo que en vez de “pintar” una comida, di una comida. Mi filosofía consiste en la frase: “Siendo en el mundo”. Creo que la aventura del artista es el desarrollo de su personalidad, para obtener la “constitución” del yo”” y sin inmutarse les contestó “Esta gran cena con los amigos, esto es Arte”.
Por precaución, sus allegados lo internaron en un centro de atención psicológica como un medio de evitar la cárcel tras la denuncia de la GUGENHEIN. Su actitud, hizo que la Fundación cambiara sus reglas: a partir de ese momento, se dejó de exigir una rendición de cuentas a los beneficiarios de la Beca.
Un día me dice “acompáñame a ver a mi padre” contestándole “¿para qué voy a ir Federico?”, y continuando la marcha, solo responde “acompáñame”. Entramos en el estudio de arquitectura de su progenitor donde trabajaban unas 50 personas. Entra directamente seguido por mí, sin dirigir la palabra ni avisar a nadie, ni siquiera a la secretaria entrando sin más en el despacho del padre, que sorprendido alza la mirada y se nos queda mirando como diciendo “y que quieren”. Federico de medio torso, mirándome a mí que estaba algo más rezagado me dice “Dile a mi padre como soy genial”.
A la sazón yo que era más tímido y educado me quedo callado, me mira el padre que comprende mi dilema, alzo los hombros y sin saber que hacer le digo “Es un genio”.
Verdaderamente era un genio, cuando venía a la academia de pintura, para que no asustara a mis alumnas le regalé un gran cuaderno de dibujo, y allí tranquilo plasmaba sus pensamientos filosóficos “verdaderamente era un genio”. El cuaderno todo lleno de cuadros caligráficos y que me regalara lo vendí un día.
Y la máxima que me escribiera fiel a su determinismo “SERÁS LO QUE TE TOCA SER Y DÉJATE DE JODER” porque no vas a poder cambiar nada. Yo la tenía dejada en el bar donde habitualmente no pagaba lo que consumía, hasta que un día el dueño me dijo ”si no pagas me quedo con ella”, y así lo hizo.
Era otra época, si hubiera sido más codicioso me hubiera hecho con toda la obra que quisiera. Un día veo un bestiario de de la VEGA que pesaba más de 200 Kg. , junto a otra pintura de la última época y de grandes dimensiones, inmensa, del mismo autor que Federico tenía colgada en el hall de su casa. Interesado por la primera, me dice “te la vendo” “pero che no tengo tanta guita para ella” respondo. Insistía tanto en regalármela, que le propuse un trato “No, te la compro. Cada vez que te vea a partir de hoy te doy 10 pesos, sino puedo 5 o si no más según tenga”. Le pareció buena la idea, pero más aún, genial por la forma, respondiendo “la acepto” y así lo hicimos.
Él que tanto tenía, era de los que no quería tener nada.
Aquella obra de de la VEGA era pesadísima. Cuando la colgué en la casa de mis padres donde vivía, se doblaban las alcayatas, desprendiéndose cada cierto tiempo del revoque de las paredes. Hasta el punto, que mi madre me prohibió colgar ninguna otra obra en la casa, mientras decía que esas pinturas carecían de sentido por absurdas.
En aquel tiempo a diferencia de ahora la casa estaba en perfecto estado, muy clásico en el mobiliario y la decoración; por ejemplo a lo largo del pasillo estaban todas colgadas con sus marcos láminas de Molina CAMPOS.
Era un Genio y sabía que yo lo aceptaba como tal. Un día estábamos en el Café Florida (sobre Florida y Paraguay), él, yo y Marta Menujín.y mientras esperábamos que nos sirvieran, salta sin más “Roberto dinos quien de los dos es más genial, la Minujín o yo” . Le quedo mirando y le digo,” Federico eso no me lo puedes preguntar abiertamente estando delante Marta. Soy amigo de los dos y podía enfadarse”, e insiste “Bueno, bueno tu como jurado ¿Quién crees que es más genio?”, le respondí “me gusta lo que hace Marta y tus ideas son geniales”. E insistía “Está bien, pero si debieras elegir entre uno de los dos ¿Quién sería más genial?”, pedía esperando su confirmación.
Marta era una experimentadora y avanzada de su época, pero para mí, Federico siempre me pareció más genial.
Hizo ley de vida su sentencia “Para no ser un recuerdo hay que ser reloco”
Se conocía todos los tugurios y antros cerca del puerto, una noche después de cenar me pegunta a bocajarro “ ¿Tu sabes lo que es el fin del mundo?. Me quedé sin respuesta y sin más me dice, “sígueme”.
Allí en la calle 25 de Mayo atravesamos por una puerta que franqueaba un portero mal encarado quien le saluda “buenas noches Dº Federico y compañía”. Allí, como en otros sitios, le conocía todo el mundo.
Descendimos unas escaleras empinadas e interminables hacia un abismal y oscuro subsuelo. Peligrosísimo, los clientes tenían que ser delincuentes, ladrones o asesinos y en cualquier momento podía darte una cuchillada.
Una camarera entrada en años nos indicó “Dº Federico colóquese en esa mesa cerca del escenario”.
De improviso, en la oscuridad del local un potente foco alumbra un pequeño escenario en donde sacan una bañadera de esas antiguas de hierro fundido esmaltada en blanco ya pasado por el uso, que se apoyaban sobre cuatro patas con forma de concha marina.
De un pilón sacaban mediante unos cubos agua , la suficiente hasta medio llenarla, mientras, sale una piringundina ya entrada en años, sobre cuarenta y ocho; aún recuerdo su nombre artístico Eve DARNO, que con parsimonia comienza quitándose el corpiño, la blusa, falda , enaguas y medias hasta quedarse en ropa interior. Después, fuera sujetador y bragas.
Comienza a enjabonarse sensualmente, cuello, brazos, pecho, vientre, piernas y bajo vientre hasta apretar con denuedo la esponja entre sus piernas, para luego seguir la exhibición en orden contrario aclarándose.
Cuando hubo terminado, saliendo de la bañadera se secó toda ella con una toalla y las miradas de los parroquianos. Terminado que hubo, se acercó hasta nuestra mesa, dobló la cintura de espaldas a nosotros, y con un pompón rosáceo entalcado se lo dio en el orto. Federico mirándome me dijo ”ese es el fin del mundo”.
De él algunos dicen que era un diletante, muy poco dado a leer y mucho a hablar, entre lo intelectual y lo banal, la vida, con el deseo repartido entre los amigos, gozador de siestas en casas ajenas y la soledad del ser ávido del afecto de prostitutas y contorsionistas en prostíbulos. Que lanzó ácido a la cara de quien parece que fue su único amor, Sarita Seré, de la que cuentan, que luego ella decidió hacerse la cirugía estética para borrarse la cicatriz producida por la quemazón, murió en la anestesia. Él solo comentó que “se le había caído agua hirviendo encima”.
No pagaba en ningún lugar, allí donde entraba siempre alguien le saludaba y lo invitaba, si no eran los mismos dueños de los tugurios quienes le agradecían las continuas visitas y lo invitaban, eran algunos de los parroquianos quienes no le conocían y lo hacían. Era un visitante ilustre del antro, un Lautrec de Buenos Aires.
A él lo que le gustaba era cantar, y a voz alta, boleros.
Otra de las noches me lleva a un lugar aún más siniestro que el anterior, donde las camareras eran auténticas señoras mayores (viejas rameras entradas en años), gordísimas, con sus grandes pechos descolocados embutidos en mallas constrictoras a más y con minifaldas de tubo. ¡ Quería salir rajando !. Él me dice, “no te preocupes aquí todos me conocen y viniendo conmigo nadie te hará nada”.
Al verme más joven, alguna de las “ninfas” se acercaron mientras él les decía “no chicas, solo hemos venido a escuchar a Humberto BELLO PALACIOS.
En el boliche habitualmente ponían la misma música infernal de esa clase de cabarets, de amalgamado ruido, con humo y desinfectante prostibulario. Pero de tiempo en tiempo como atracción, traían al pianista cubano Humberto BELLO PALACIOS, quien tocaba una de esas guajiras improvisadas, variaciones tipo jazz.
También era conocido por ser el acompañante de Blanquita AMARO, que actuaba ya con bastantes años aunque todavía con buen cuerpo, en aquel antro.
Blanquita AMARO fue mi primera mujer, mi amor. Con apenas cinco años asistí con mis padres a un espectáculo de variedades, y allí que sale aquella mujer, entonces muy joven, apenas dieciséis o dieciocho años, con su hermoso trasero bien prieto, cimbreantes caderas y sus hermosos pechos ¡ Qué mujer ! Me quedé mudo de admiración con los ojos fijos en toda ella , con cara de extasiado, hasta el punto que mi madre sonriente me mira diciéndome: ¿ Te gusta Robertito?.
Antes del gobierno militar, cuando comenzaban los años de plomo en la época de López Rega, y la Triple A campaba por sus fueros, en aquellas motos con dos “negros” metralleta en mano avanzando amenazantes, y abriéndose pasos golpeando con las suelas de sus gruesas botas de goma las puertas de los coches parados ante un semáforo para que les abrieran el paso para saltárselo aún en rojo, …. una noche, cuando estaba establecido el toque de queda y ni alma por las calles, regresábamos de una de aquellas noches de joda cuando de dos “Falcon” (1) en la oscuridad de la noche, al recodo de una esquina, emboscados, nos asaltan 4 “negros” con cara de brutos, de esos salidos de las más profundas sierras del país, metralleta en mano.
Imagínate a mi por aquella época que llevaba el pelo largo y las ropas desajustadas como me es habitual y Federico de alpargatas con sus eternas bombachas.
Nos arrinconan contra el muro de la vereda, exigen ver nuestras células, y el más bruto con el caño del subfusil empujando nuestros riñones, ruge
- “Y ustedes boludos a que se dedican ?”. Con pausa para no alterarle, le contesto
- “Soy dibujante”. Lo de pintor lo obvio, porque el bruto podía tomarlo similar como aquellos que pintaban en los muros de la ciudad, consignas contra la brutalidad policial. O a mejores entendederas como esos “hippies” degenerados, parásitos del sistema.Y dirigiéndose a Peralta lo encara
- “ Y vos pendejo” . Yo pensé conociendo a Federico, “la cagamos”, mientras le responde.
- “Poeta, Metafísico y Artista plástico (y muy astutamente) pero vivo aquí enfrente (señalando el portalón de su casa en la calle Quintana) (2)
Al “negro” lo desconcertó, no sé si su coeficiente le daba para descifrar sus palabras, pero lo cierto es que se replegaron desapareciendo de nuestros ojos tan rápidamente como se plantaron, no sin antes aconsejarnos
“Cuídense que las calles están peligrosas a estas horas de la noche”
Todas las tardes venía a visitarme, hasta que un día recién abierto el negocio en la Galería del Este, me cagó. Estando yo en el negocio, entra como una fiera y plantándose delante me dice” ¡ Eres un comerciante !.¿Vendiste las obras que yo creé para ti?”. A lo que respondo,” Desde luego Federico, yo vivo de esto, es la única forma de no cagarme de hambre. No tengo un padre que me la banque”.
A él su madre que le quería muchísimo le tenía todos los días planchadas las camisas de seda y la demás ropa.
Desde aquel día, seguía viniendo al negocio como todas las tardes sobre las tres, parado frente a la vidriera sin dirigirme la palabra, día tras día. En ocasiones cuando retrasado iba a abrir el comercio, o llevaba mercadería, él estaba ya esperando tieso, sin dirigirme la palabra. Yo al pasar le saludaba “Buenas tardes Federico” y el no me respondía.
Siempre había dicho, “el Arte no se vende, se vive, se entrega”.
Aquel año de 1992 marché de viaje a París por varios meses y no llegué a enterarme hasta mi regreso, que había muerto. Siempre vivió con sus padres y falleció de un infarto al poco de morir éstos. Según comentaron, sus hermanos por temas de herencia lo dejaron morir de “lealtad de duelo y desamparo”.
En mi mente siempre quedaría como epitafio, su sentencia “SI QUERÉS HACER QUE DIOS SE RÍA, CUÉNTALE TUS PLANES” .
(1) Coches Ford modelo Fálcon, que fueran utilizados otrora por el FBI en EE.UU. y más tarde exportados y popularizados en Argentina para el uso de los cuerpos policiales y paramilitares.
(2) Avenida Presidente Quintana una de las calles más emblemáticas de Buenos Aires y zona residencial de las que fueron familias patricias argentinas.
Oí
In memoriam de Federico y Roberto
Extenso, pero muy interesante. Narración muy bien llevada
Donde puedo encontrar “La Argentina, que vi, viví y oí” ?
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