Cuando éramos niños y nos regalaban por alguna fiesta o conmemoración (cumpleaños, Reyes o el Corpus Christi) una chaqueta, era para nosotros motivo de gozo y celebración. El sustituir el jersey o la chamarra por una chaqueta, lo veíamos como confirmación de que éramos ya mayores, en nuestros pensamientos nos asemejaba a nuestro padre o a aquel tío preferido e idealizado.
Además, aquella prenda tenía aparte de hombreras que nos mosculizaba nuestros menguados cuerpos, “s o l a p a s”, aquellos dos alerones triangulares que colgaban en nuestras pecheras tras rodearnos la parte posterior del cuello. Y en la de la izquierda, una pequeña ranura donde colocar una verdadera insignia (a lo que hoy llaman pin) que no fuera de imperdible, de nuestro club de futbol local generalmente.
A los que nos gustaba el cine aparte de las de vaqueros o romanos, aquellas otras generalmente en blanco y negro del cine negro americano, (lo de negro creíamos llamarse así por no ser en color) donde los policías de paisano se acercaban a un malhechor para darle el alto, detenerlo, y de soslayo, rápidamente, doblar con su diestra la solapa izquierda de su chaqueta, donde mostrarle tras la solapa la insignia de ser un policía secreta.
¡ Cuantas veces jugamos a policía y ladrones !. Cuantas más, giramos nuestras solapas bajo el grito ¨Policía secreta”.
Ahora ya no tan niños, cuando no giramos nuestras solapas de “secretas”, al revisar viejos libros, encontramos tras las solapas mensajes, dibujos, dedicatorias que nos descubren a las personas que los leyeron o regalaron antes de nosotros. Y nos sentimos como senectos investigadores descubriendo las huellas pasadas.
Cada semana, cada mes o quizás de tiempo en tiempo os irémos descubriendo un caso ……..
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