El retrato forma parte destacada de la creación artística en el grupo Die Brücke desde su fundación, cultivando tanto el autorretrato como recreando la imagen de sus compañeros en sus convivencias habituales a partir de 1907, y no posando.
Karl Schmidt-Rottluff utilizará una pincelada amplia y consistente con una libertad total de colorido, capa de pintura densa y pinceladas cortas, vehementes y uniformes. El empaste irá evolucionando y madurando, ya no los aplicará directamente del tubo al soporte o aplicados muy espesos, sino que mezclará los colores con bencina, y así pierden peso y materialidad, permitiendo trabajar más aprisa y con ello atrapar más espontáneamente el momento. Esta fluidez sirve así mismo de apoyo a la estructura de los cuadros de Die Brücke, definida por zonas de color articuladas mediante contornos negros o coloreados que definen el objeto o su entorno. Ello refuerza el aspecto abocetado de sus obras, aún tratándose de pintura, una fuerte trabazón de los objetos en el plano que viene condicionada por su fluidez.
En Ernst Ludwig Kirchner las líneas de contorno dejan de ser decisivas y pasan a serlo los rayados como de peine con que se reproduce rítmica y dinámicamente la corporeidad de las figuras.
Erich Heckel la estructura de sus cuadros se torna inestable, pese a tratar la composición con contornos lineales; su serenidad de la época de Dresdner se transformará en pesadumbre reconcentrada e introvertido , reflejándose con una formulación estilística en sus personajes, con miembros extremadamente alargados y frentes antinaturalmente anchas.
Max Pechstein se caracterizará por una pintura más primitiva, contorneada por gruesas líneas negras y figuras angulares.
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