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El Prado rescata, deconstruida, la capilla Herrera de Carracci
Se reúnen por vez primera en casi dos siglos las 16 pinturas murales que se conservan de este soberbio conjunto
En 1833 las obras fueron arrancadas de los muros de una iglesia romana. Se enviáron a Madrid y a Barcelona
Una de las visitas obligadas en Roma es la hermosa plaza Navona, en pleno corazón de la Ciudad Eterna, siempre atestada de turistas apuntado sus cámaras fotográficas y sus móviles a la Fuente de los Cuatro Ríos, que supuso uno de los ‘tour de force’ más célebres de la Historia del Arte entre Bernini y Borromini. A un lado de la plaza se alza, majestuosa, una iglesia barroca del XVII, Sant’Agnese in Agone (Santa Inés en Agonía). Pero quizás pocos recuerden otra iglesia, que hay justo enfrente, con una fachada mucho más modesta: Nuestra Signora del Sacro Cuore (Nuestra Señora del Sagrado Corazón), que originariamente fue la iglesia de Santiago de los Españoles, vinculada a la Corona de Castilla. Desde mediados del siglo XVI hasta el XVIII, cuando comenzó su decadencia, «fue uno de los lugares de mayor importancia religiosa, simbólica y representativa de la monarquía española en Roma».
Reconstrucción de la disposición de los frescos de la capilla Herrera en la iglesia de Santiago de los Españoles en Roma – MUSEO DEL PRADO
En su interior se hallaba una espléndida capilla familiar –actualmente destruida–, que se construyó entre 1602 y 1606 y cuya decoración encargó el banquero palentino Juan Enríquez de Herrera (h. 1539-1610) al pintor italiano Annibale Carracci (Bolonia, 1560-Roma, 1609) en honor a san Diego de Alcalá, franciscano andaluz fallecido en 1463, al que Herrera encomendó la sanación de su hijo enfermo.
Una exposición en el Museo del Prado reúne, por primera vez desde 1833, las 16 pinturas murales conservadas de las 19 de que constaba este excepcional conjunto. Para el acceso de los visitantes es imprescindible seleccionar un pase horario. ‘Annibale Carracci. Los frescos de la capilla Herrera’, que abre del 8 de marzo al 12 de junio con el patrocinio de la Fundación Amigos del Prado, se ha organizado en colaboración con el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y el Palazzo Barberini de Roma, adonde viajará después: en julio recalará en el MNAC de Barcelona y en noviembre en la Gallerie Nazionali di Arte Antica de Roma.
‘San Diego de Alcalá recibiendo limosna’. Annibale Carracci y Francesco Albani – MUSEO DEL PRADO
Pese a la importancia artística del conjunto (es el último gran proyecto de Carracci, uno de los máximos reformadores de la pintura barroca, junto con Caravaggio), sigue siendo «un agujero negro en su biografía» y lo más desconocido de la producción del maestro, debido, en parte, a su dispersión. Era de justicia ponerlo en valor. Ha sido posible gracias a la investigación y el estudio llevados a cabo por las tres instituciones implicadas y a la restauración integral que en 2012 emprendió el Prado de los siete frescos que atesora en sus colecciones y que llevaban tiempo sin ver la luz. Su estado lo desaconsejaba. La compleja restauración, llevada a cabo por Ignacio Fernández (externo al museo, que no cuenta con especialistas en pintura mural), duró unos tres años.
‘San Diego de Alcalá recibe el hábito franciscano’. Annibale Carracci y Francesco Albani – MUSEO DEL PRADO
Recorremos la exposición con Andrés Úbeda, director adjunto de conservación del Prado y comisario de esta muestra muy especial. A modo de introducción a la visita, se proyecta un vídeo en una gran pantalla curva, en el que se habla de Carracci, su técnica, la capilla Herrera y la restauración de las obras. Destaca muy especialmente el efectista y dramático montaje, cuyo diseño firma Francisco Bocanegra, con paredes oscuras y la deconstrucción –a lo Ferran Adrià con la tortilla de patatas– de la capilla: recorremos sus diferentes alturas no en vertical como se haría ‘in situ’ (las medidas de las salas del Prado no lo permitían, pero sí se hará en el Palazzo Barberini), sino sala a sala. Desde los frescos del exterior de la capilla, expuestos en el primer espacio de la exposición, pasando por las pinturas murales del interior que los fieles contemplaban a la altura de los ojos, hasta la pintura de la linterna de la bóveda, que cuelga como un cuadro más. El ‘Padre Eterno’ fue el primer fresco pintado. Al ser un espacio muy estrecho, Carracci cedió su puesto a Francesco Albani, uno de sus discípulos. El maestro ideó todo el conjunto de la capilla Herrera y llegó a ejecutar algunos frescos, pero en 1605 sufrió una enfermedad que le obligó a delegar la ejecución de las pinturas en Albani, bajo su supervisión.
Solían comenzar las pinturas al fresco por la parte más alta para evitar que se ensuciaran. Hay problemas en las atribuciones de algunas de estas obras, debido tanto a su delicado estado de conservación como a la forma de trabajar en el taller de Carracci. Junto a Albani, estaban presentes artistas como Sisto Badalocchio y Giovanni Lanfranco. Rafael Sanzio fue el modelo a seguir por Carracci.
‘San Lorenzo’. Annibale Carracci – MUSEO DEL PRADO
En 1833 las pinturas fueron arrancadas de los muros de la capilla a causa del deterioro de la iglesia (se encargó de ello Pellegrino Succi) y traspasadas a lienzo. El escultor Antonio Solá dirigió la compleja operación. «Son muy delicadas, sufrieron mucho», explica Andrés Úbeda. El edificio, que se hallaba en ruinas, fue vendido por el Estado español. «España y el Vaticano rompieron relaciones diplomáticas a causa de la Desamortización de Mendizábal. No se restablecieron hasta 1850, cuando se embarcaron 16 pinturas en el puerto de Civitavecchia, rumbo a Barcelona. Hubo que pedir un permiso papal para su exportación», comenta el comisario.
No se sabe por qué se separaron: siete fragmentos van a Madrid y hoy se conservan en el Prado; nueve, a Barcelona. Llegaron a la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge y fueron depositados en el MNAC. Los tres restantes se trasladaron a la iglesia romana de Santa María de Montserrat, vinculada a la Corona de Aragón, pero se les ha perdido la pista. Sí se conserva en esa iglesia el cuadro del altar, ‘San Diego de Alcalá intercede por Diego Enríquez de Herrera’ (óleo sobre tabla), presente en la exposición. Encima, los huecos de los dos tondos perdidos
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‘La refacción milagrosa’. Annibale Carracci – MUSEO DEL PRADO
El Prado atesora cuatro trapecios que decoraban la bóveda de la capilla y que narran la vida del santo y tres de los cuatro óvalos que se situaban en las pechinas: ‘San Lorenzo’, ‘San Francisco’ y ‘Santiago el Mayor’. Se ha perdido el cuarto: ‘San Juan Evangelista’. Por su parte, en el MNAC de Barcelona se conservan como depósito otras nueve pinturas murales: las dos del exterior de la capilla (la ‘Asunción de la Virgen’ y los ‘Apóstoles alrededor del sepulcro vacío de la Virgen’), cuatro de las paredes laterales del interior, y otras tres: el ‘Padre Eterno’, extraído del cierre semiesférico de la linterna; ‘San Pedro’ y ‘San Pablo’, que flanqueaban el cuadro del altar.
Además de las pinturas al fresco, se exhiben una docena de sus dibujos preparatorios (exquisitos, los cedidos por la Colección Real británica), estampas que reproducen los fragmentos perdidos y libros de exequias de los Reyes de España donde se aprecia el interior de la iglesia. Es el caso de uno publicado en 1725 con motivo de la muerte de Luis I, cedido por la Biblioteca Nacional de España. Gracias a un óleo de Gaspar van Wittel, préstamo de la Colección Carmen Thyssen, podemos ver el aspecto de la plaza Navona en 1699. Al final de la exposición cuelga ‘San Diego de Alcalá y el milagro de las rosas’, de Zurbarán, propiedad del Prado. «Hasta los años 70, estas pinturas murales se exponían en lugares marginales del Prado», apunta Andrés Úbeda. ¿Se exhibirán ahora de forma permanente en el Prado? Advierte el director adjunto del museo que se está estudiando cómo hacerlo.
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